En el siglo XIX, como consecuencia de la Revolución Industrial, la agricultura experimenta un gran desarrollo y los abonos orgánicos que hasta entonces se habían venido utilizando resultan escasos. La búsqueda de nuevas materias primas lleva a los abonos minerales y es entonces cuando la "piedra fosfórica de Extremadura", documentada por Bowles en Logrosán durante el siglo anterior, adquiere un interés económico y comienza su explotación. A partir de este mineral, el fluorapatito o fosforita, se obtiene el fosfato que, mezclado con ácido sulfúrico, produce el abono llamado superfosfato. La mitad del superfosfato empleado en la agricultura en España durante la primera mitad del siglo XX procedía de mineral extraído de la mina Costanaza en Logrosán.
Muestra de superfosfato de la colección del Museo de Logrosán por donación del I.E.S. Mario Roso de Luna de Logrosán.
sábado, 17 de julio de 2010
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